Jorge Luna y Ricardo Mendoza en su show Hablando huevadas/ Fuente:  El Buho

Con chistes simples que restan importancia a problemas graves como la violencia de género y el racismo, su notable falta de profundidad disminuye el impacto de su comedia. Esto resalta la necesidad de un humor que invite a la reflexión en lugar de simplemente ofender.
 

Los personajes de Jorge Luna y Ricardo Mendoza en su show Hablando huevadas se han posicionado como íconos de la comedia peruana gracias a su estilo irreverente y alborotador. Sin embargo, esta popularidad entre el público peruano ha generado un debate sobre la calidad del humor que presentan. Su comedia se basa en burlas hacia temas sensibles, como la violencia de género y el racismo, orientándose más hacia un recurso simple y chabacano que hacia una verdadera reflexión cómica. Un ejemplo claro fue cuando hicieron bromas sobre una víctima de violencia sexual.
 

Lejos de ser un comentario que invitara a la reflexión, sus chistes no solo descontextualizaron una tragedia personal, sino que también minimizaron el sufrimiento de muchas mujeres que enfrentan situaciones similares. Este humor, basado en la burla de experiencias dolorosas, demuestra una desconexión alarmante con la realidad social, lo que provocó críticas tanto de organizaciones como de espectadores, acusándolos de trivializar una situación seria.
 

Creo que la comedia puede abordar temas incómodos y controvertidos, pero ellos prefieren el impacto fácil y lo vulgar, perdiendo la oportunidad de darle un giro más profundo que haga sus chistes memorables o significativos.
 

El éxito de Luna y Mendoza no está en duda, pero la verdadera pregunta es si podemos considerarlos "grandes" comediantes o simplemente hábiles oportunistas que han sabido aprovechar un mercado que premia la polémica.
 

Lo que realmente se necesita en la comedia no son risas a costa del sufrimiento o la burla de los más vulnerables, sino comediantes que reflejen la sociedad de manera constructiva y significativa. La comedia debería ser un reflejo de nuestra realidad y no un arma para burlarse de los más débiles.